Presentación

Mi foto
Somos Catalina Conde, Iris Llamas, Eva Mellid y Sonia Pardiñas, estudiantes de Grado de Relaciones Laborales y Recursos Humanos. Hemos creado este Blog para tratar el tema de la Inserción de los Reclusos en el Mercado de Trabajo. La elección de este tema ha sido debida al interés que suscita el mencionado colectivo y su discriminación, puesto que, hoy en día existen políticas sociales y programas que contribuyen a la reducción de la misma.

lunes, 25 de abril de 2011

La mujer presa experimenta una mayor sensación de fracaso.

No proliferan las asociaciones que trabajen por la incorporación social de los individuos toxicómanos privados de libertad. Por eso Bidesari es una excepción. Desde hace quince años, esta entidad vizcaína, surgida en el marco de la Pastoral Penitenciaria, acompaña procesos de reintegración dentro y fuera de la cárcel. Curiosamente, la escasez de iniciativas que persiguen tales fines contrasta con la extensión y gravedad del problema. «Se calcula que en todo el país hay unos 75.000 presos, de los cuales el 60% ha desarrollado adicciones», indica Guillermo Ayuso, director de esta organización premiada por el programa ‘País Vasco, un alma solidaria’ en su primera edición.
Las prisiones no son un marco habitual de trabajo para el Tercer Sector. Muy pocas asociaciones cuentan con la comunidad reclusa y tampoco abundan los recursos para afrontar sus necesidades. Además, los primeros encuentros no resultan fáciles. «Es complicado porque tienen muchas reservas», explica Ayuso, que se remite a su crecimiento en hogares desestructurados y entornos difíciles que no favorecen en absoluto la relación con los demás. «Todos se han buscado la vida como han podido».
Los encargados de desempeñar esta labor supieron ganarse la confianza del colectivo. «Sobre todo, hubo que vencer su incredulidad», señala y recuerda el estupor que causaba la entrada de los voluntarios de Bidesari. «Les extrañaba que fueran a trabajar con ellos, y que lo hicieran sin cobrar un duro». Actualmente, la relación tanto con los internos como con el personal de los establecimientos es fluida. «Cuando te ven diariamente, es más fácil», explica.
Los toxicómanos fueron los primeros usuarios del servicio, pero hoy también se realizan labores de apoyo a los inmigrantes. En este último caso, el acceso al trabajo supone el mayor obstáculo para la reintegración. Bidesari también quiere extender sus prestaciones a las mujeres reclusas. «Durante este año estamos llevando a cabo una reflexión para plantear los procedimientos», precisa el director de la entidad, quien señala ciertas características específicas: «La presa suele experimentar una mayor sensación de fracaso, a la que no es ajena su condición de esposa o madre, y, además, el espacio carcelario es muy masculino». En cualquier caso, el responsable de esta asociación reconoce que el porcentaje de éxito final es pequeño. El camino hacia la reinserción social suele estar plagado de recaídas, regresos a prisión y abandonos.
«Hay que interiorizar comportamientos», arguye Ayuso. Entre otras dificultades, menciona la falta de habilidades personales o la forma de vivir el ocio. A veces, es necesario abandonar el entorno para poder avanzar. Desgraciadamente, la cárcel no favorece los intentos de regeneración. «Su ambiente suele complicar la reinserción». El primer proyecto de la organización fue la creación de un piso de acogida para gente que quería superar su toxicomanía, pero, a menudo, los aspirantes recién llegados de la prisión no llegaban a culminar esta fase.
Los responsables percibieron que no venían suficientemente preparados, que sin un trabajo previo durante el periodo de condena era complicado superar la adicción. «No tenían la noción de llevar a cabo un proceso de incorporación», apunta. La estancia implica el seguimiento de un programa terapéutico y educativo que exige el acompañamiento permanente y el cumplimiento de una disciplina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario